Tusa

Mar 2021

Por estos días se me solicitó que grabara un vídeo en el cual ofreciera tips para superar el despecho -en Colombia se tiene un nombre singular para nombrarlo, “tusa”– para un público de mujeres.

¿Cómo consentir a esta petición pero a la vez sin consentir a ella? Me refiero a grabar el vídeo pero sin ofrecer los famosos tips, que en esta época son demandados con excesiva y sospechosa frecuencia: se requiere de fórmulas concretas, dirigidas a un público lo más extenso posible y que solucionen un problema específico con premura. Esto, sin conocer las particularidades de cada persona, así como de la situación específica que cada una puede estar atravesando.

Estas recomendaciones o consejos sobre lo que debe hacerse suelen plantearse de una manera muy general, y pese a que dan la impresión de servirle a todos, por otra parte dejan la sensación de que no conmueven, no tocan la fibra más íntima de aquellos a los que van dirigidos. Por otra parte, el profesional que los da se posiciona como el que sabe qué conviene al colectivo, en este caso a la mujer en tanto colectivo.  Esta idea de la mujer contrasta marcadamente con la concepción que desde el psicoanálisis de orientación lacaniana se tiene sobre lo femenino: “cada mujer debe inventarse a sí misma, no hay identificación posible a un modelo” [1]. Bajo esta perspectiva, ¿cómo hablar de las mujeres como si fueran una? Cada mujer es una mujer distinta de las otras, que en su invención hace vana e inútil cualquier fórmula que la encasille. Entonces, pensar lo femenino es pensar a cada mujer, y que a su vez cada mujer se piense como única.

Así, cuando una mujer enfrenta una situación que la afecta, como una ruptura sentimental, y esto se acompañe de síntomas (que son también singulares en sus manifestaciones) y que interrumpen la continuidad de su vida tal como la vivía hasta ese momento, cada una podría preguntarse por lo que le es más propio, lo que le procura ganas de vivir, lo que aviva su goce en la vida. Sin embargo, puede pasar que esas invenciones que fueron útiles en un pasado ahora no lo sean: será momento entonces de apostar por unas nuevas. El espacio que brinda la experiencia psicoanalítica puede ser usado para construir esas nuevas invenciones.

Otro factor que hay que considerar es el tiempo. La lógica de “un clavo saca otro clavo” se traduce en la necesidad de que algo o alguien sustituya o llene el vacío de lo que ya no está, y mientras más rápido mejor. Pero ocurre que este mecanismo tiende a repetirse una y otra vez. Se sale de un clavo para sufrir de otro clavo, y así sucesivamente. Si cada duelo implica un trabajo, como afirmó Sigmund Freud, entonces hay que considerar que todo trabajo lleva un tiempo. Tiempo para ver qué sucedió en la relación, tiempo para comprenderlo y tiempo para extraer de lo vivido una conclusión, de manera que lo que venga después no sea lo mismo, sino un amor distinto.

Entonces, cada mujer inventando sus soluciones frente al despecho. Así como en Colombia se inventó una forma singular de nombrarlo, ¿por qué no que también cada mujer lo nombre a su manera, que le encuentre soluciones a su manera y que invente su propia forma de amar?

[1] MOLINA, Ángela, 2016. Entrevista “Miquel Bassols: ‘Freud era un misógino contrariado, pero se dejó enseñar por las mujeres’”. El País/El País Semanal [en línea], 27 de marzo de 2016, [consulta: 8 de marzo de 2021]. Disponible en: www.elpais.com 

Imagen: Fernando Botero, Mujer sentada, 1999. Tomado de: www.elpais.com

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